domingo, 28 de diciembre de 2008

Be happy...

¿Es tan difícil ser feliz? No te preocupes, probablemente alguna vez lo fuimos, lo sentimos, disfrutamos, reímos a carcajada suelta sin importarnos quién nos mira o quien critica, bien sueltos de cuerpo gozamos con lo que teníamos ganas de hacer y.... fuimos felices.
¿Por qué no permitirnos serlo cada vez que queramos?
La vida pasa y el tiempo no perdona. Ya se fue el 2008 y el 2009 está a la vuelta de la esquina.
Pero...
Don't worry, be happy... (No te preocupes, sé feliz..)

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Que hoy tengan paz...

Es mi mayor aspiración y mi mayor deseo. Que tengan paz...
Para tu alma triste y compungida...
Para tu cuerpo maltrecho y dolorido...
Para tu corazón roto y disecado...
Para tu espíritu inquieto e insatisfecho...
Para tu mente acosada de tribulaciones...
Para tu vida...y lo que queda de ella.
Que tengas paz...
Si la consigues, si la tienes, aunque sea un segundo, fuiste bendecido.
Aprovéchalo.
¡Feliz Nochebuena! ¡Feliz Navidad!

lunes, 22 de diciembre de 2008

Mi rincón favorito

No sé cómo llegó a mí. Se dice que las cosas suceden por algo. Sin caer en el fatalismo como mi padre, que asegura con su grave voz de locutor -y al que le tengo un profundo respeto- que todas las cosas suceden porque debieron suceder, sostengo que lo que nos sucede se debe a una concatenación (porque a Lorena no le gusta la palabra cadena) o sucesión de hechos y/o acciones deliberadas o accidentales.
Algunas veces provocamos las situaciones. Otras no.
Pero entre las acciones provocables se encuentra la de la mágica herramienta de la comunicación. Y este poderoso accesorio que tenemos entre nuestras manos, al alcance de los dedos, para expresar nuestros sentimientos y pensamientos de la manera más sincera, poética, cruda y real posible, nos permite a la vez descubrir un "mundo" diferente... agradable. O rincones especiales.
Yo tenía de chico uno favorito. Iba todas las tardes con mis juguetes, a disponerlos de la misma forma y a imitar la vida real en miniatura. Copiaba diálogos traducidos al neutro de las series de televisión y había dramatismo, hondo dramatismo en el vuelco de un auto o en la lenta caída de un herido de muerte.
Cuando crecí un poco más, dejé los juguetes por la música. Primero, el tocadisco.(¿viejo yo?)
Luego la guitarra, que mi abuelo supo regalarme cuando no cumplí seis años y me sobraba por todos lados. Ella y yo descubrimos miles de rincones, pasamos largas horas acompañándonos con canciones que traducían mi estado de ánimo.
Hoy descubrí otro rincón. Porque los chicos crecen y las necesidades, aunque las mismas, son diferentes. Está ahora a mi derecha y cerca de mi corazón.
Descubrí que, "a pesar de mi edad", todavía puedo tener mi rincón favorito y que está lleno de "Buenos deseos" que quiero compartirlos.
Gracias, Pipina.
"...hasta que volvamos a vernos Dios te guarde en la palma de su mano..."


jueves, 18 de diciembre de 2008

Volver a las fuentes


Fueron varios años pero volví. Experiencias frustradas atentaron contra mi vocación con cierto éxito.
Pero regresé. No me derrotaron. Tal vez me volví un tanto vago o es que estaba superando mi etapa de stress. No lo sé.
Motivado por quien sabe qué musa, qué dios, qué designio, volví a las fuentes.
Volví al periodismo. Primero tímidamente, después, con gran pasión... ahora con gran responsabilidad. Y respeto. Sobre todo lo último. Ser respetuoso por quien lee, por quien escribo y de quien... Y por mí.
Volví a mi guitarra, a acariciar esas cuerdas que ya no pisan tan bien mis dedos faltos de costumbre.
Volví al rock'n roll que se llevó gran parte de mi vida sin dejar de lado la poesía de ciertas canciones que también se quedaron en mi corazón para siempre.
Volví a la lectura, alentado por seres que siempre rondan etéreos mis espíritus insaciables. Siempre digo que no tengo tiempo... ahora compré un libro y lo leeré hasta el final.
"El amor en los tiempos de cólera", de Gabriel García Márquez. A pesar de mis años, tengo muchas deudas de lecturas incompletas. Las obras del colombiano es una de ellas.
Y no sigo porque quedaré expuesto a la evidencia. Acepto sugerencias. En realidad suplico por ellas.
Sólo sé que volví a mis fuentes.
Hoy volví a pasar por la calle Congreso primera cuadra. Estaba Pascal y su flauta.
Me sentí bien.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Música para mis oidos y para los demás


Muchas veces mi regreso a casa después de cumplir con la jornada laboral, lo hago caminando.
Camino por varios motivos: por gimnasia, porque me hace bien, porque me desconecto, porque aprovecho y veo gente conocida (y no tanto) con la que entablo esa conversación inocua y circunstancial, me distraigo, paseo, hasta que finalmente mis pasos me conducen a mi hogar.
Trato siempre de hacer distintos recorridos. No quiero que mi trabajo rutinario contamine el resto de los actos en los que tengo independencia, libertad absoluta.
Pero irremediablemente siempre, siempre que vuelvo caminando, paso por una cuadra en particular que me es inevitable transitar en mi ciudad.
La calle Congreso primera cuadra me invita siempre a caminarla no sólo por su nueva fachada que no tiene más de un año. Farolas, adoquines, luces bajas, todo alienta a una particular imagen. El Paseo de la Independencia comienza allí y continúa en la cuadra siguiente con la visita a la "Casita Histórica", donde se reunieron los congresales para declararse libres de España el 9 de Julio de 1816.
Pero eso no es lo que me atrae. Una dulce melodía que emana de un pequeño instrumento metálico es el remanso de segundos en la atribulada vida de adultos.
"Es traversa", "es traversera" era la discusión sin sentido cuando conocimos a "La Gata" Gaby Costello, talentosa mujer oriunda de Tafí Viejo como su padre, para unirse a nosotros en un proyecto musical y ella tocaba la flauta en cuestión. Me enamoré.
Ese sonido sutil, infinitamente dulce, como suplicando salir de esa cárcel de negras y corcheas, los movimientos cortos, largos y circulares que provoca acompañando el ritmo fueron engualichando mi corazón para siempre. Ese instrumento me transporta. Me da su paz.
Y en esa calle está Pascal, con sus movimientos cortos y largos, circulares, y sus ojos entrecerrados, y sus interpretaciones de latinos, de temas nacionales, internacionales...
Hoy ví que tenía un CD para vender. "¿Cuánto es?", pregunté.
"Diez pesos"...
Y me llevé uno volviendo a casa, silbando bajito la melodía que salía de su flauta.
¿Qué son diez pesos para un hombre enamorado?...

La gente es mala...


"y comenta...", remataría con cierta filosofía popular mi ex compañero de tareas, el 'Pampa'.
Aquellos que tuvieron el gusto de conocerlo (y los que no) no podrían dejar de lado la idea de que siempre tuvo una palabra justa para decir. Para caer simpático o no, eso dependía de sus destinatarios. Hoy no sé qué será de su vida.
La frase en cuestión se volvió una muletilla en la redacción del diario donde trabajábamos cada vez que sobrevolaba sobre alguien cierta sospecha, justificada o injustificada sobre alguna acción o inacción de la víctima.
"La gente es mala y comenta" era la respuesta y salida fácil, rápida y hasta siniestra si se quiere porque uno zafaba de la sospecha cobijándonos en el beneficio de la duda. "Y la prensa inventa cosas", se agregó después ya que trabajámos en esta bendita profesión.
Pero no toda la gente es mala. En absoluto.
Ahora de que hay gente mala, las hay. Como la brujas. Que dicen que aunque no existan...
Yo conozco un par.... no en serio... no se rían...
No se trata de mi esposa, aunque de cuando en vez le digo "brujita" de cariño, porque embrujó mi corazón cuando comencé a conocerla. La ví por primera vez cuando teníamos quince años en un encuentro casual, gracias a un amigo y nos hicimos necesarios hasta hoy que disfruto de su compañía. Ya pasaron 23 años. Alguna vez les contaré la historia. Ni Migré la imaginó así.
Pero hablo de otra bruja (ja! no pude con mi genio)...
Dice que comenzó su tarea cuando tuvo su primera hija. Una noche de frío absoluto, en una incierta ciudad al sur del país, cuando la primogénita lloraba sin cesar.
Su llanto calaba más que el frío polar del invierno del '66. No era la primera vez que se ponía así, roja en lágrimas y con los movimientos violentos y cortos que apenas le permitían el ropaje apretado. Pero esta vez era diferente.
Esta vez se asustó. El color rubí se fue oscureciendo hasta ponerse violeta y el llanto se fue apagando hasta hacerse angustiosamente sordo.
Desesperada, fue corriendo hasta la casa de una vecina que le habían comentado que curaba a los chicos (y grandes) de la ojeadura o "mal de ojo", como le llamaban. Era la única opción.
La noche, cerrada, la falta de vehículo para sortear la nieve, el hospital lejos, los médicos que no habían dado con un diagnóstico certero, eran suficientes motivos para cubrir los metros que la separaban de la mágica solución.
"¿Crees?...", le preguntó.
"Sí, por supuesto", le confió la madre angustiada.
Trajo aceite, agua... rezó. Pasó los dedos en cruz en la frente de la niña. Colocó una punta de sus dedos en el espeso líquido, volvió a hacer la cruz sobre el agua y tiró la viscosa gota que desapareció en el instante que tocó la superficie acuosa.
Rezó un poco más... Silencio. La niña dormía plácidamente y una cara de regocijo se reflejaba en su rostro.
Las lágrimas de la niña ya no estaban. Pero habían renacido en el rostro de la madre que no sabía cómo agradecerle a la vecina lo hecho por ella.
"Sólo hazlo de corazón. Lo que te regalaré transmítelo a tus generaciones y tendrás la bendición de Dios", le dijo la mujer. Le pasó entonces un papel con las instrucciones sobre qué hacer en Nochebuena, justo a las 12.
Desde entonces la madre también cura de palabra de la ojeada, del empacho y de las quemaduras.
Sí... lo sé... Es increíble, ¿no?...
Pero fui y soy testigo de lo que afirmo. Mi cuerpo puede dar fe de ello. Mis hijos también.
Puedo asegurarles que las brujas, existen.
Y no son todas malas. Como tampoco lo es la gente... aunque comenten.

lunes, 15 de diciembre de 2008

"Tocá Bob Marley, man..."


Mi sobrino, de 20 años, me regaló un CD con música reggae.
Sí, está bueno. Le había pedido que me grabara los chilenos de Gondwana que los había escuchado por casualidad en una fiesta familiar donde él puso la música.
El hijo de mi hermana tiene todo el potencial: ya trabaja como DJ en un boliche tucumano, está trabajando con otro DJ y ahora, también ambienta música en un bar. En su sangre corre música. Es hijo de DJ, también. Y no podía hacer otra cosa.
Tiene la particularidad de estudiar el lugar, la gente, cómo reacciona y ya sabe qué música poner.
En la fiesta familiar vio que era bueno el reggae y lo dejó.
Me acerqué y le pregunté quienes eran. "Gondwana", me dijo...
"Ah...", contesté yo con cara de circunstancia. Y me explicó un poco de historia del grupo.
"En internet los encontrás", remató.
Yo me reí. 22 años atrás, yo tocaba la batería en una banda (de barrio, pero para mí fue importante) y hacíamos música nacional, rock nacional. Pero desconocíamos todo. Tocábamos algo de Sui Generis, de Pastoral, un poco de Pescado Rabioso y todo lo que salía en esa época: Soda Stéreo, Virus, Sumo, V8, Los Enanitos Verdes, en fin... Flasheábamos con la postura de U 2 con la exquisitez de The Police (qué grande el batero, Stewart Copeland: si lo escuchan, parece que el de Maná le sacó algunos golpes), The Cult, The Cure...
Pero había mucho por descubrir.
Una noche, cuando fuimos a tocar en un bar de un ex compañero mío de la primaria donde ahora es un estacionamiento, en medio de las pausas de los temas, un descolgado que estaba tirado en el fondo gritaba "Tocá Bob Marley, man..." (corrección: la voz decía "Tocáaa Bob Maarley, maan", al estilo de Paolo, el personaje televisivo -sólo para mayores de 30-)
No entendíamos qué decía pero nos ponía nerviosos. Encima, a José Alarcón (ah, los músicos de ahora creen que tienen al mejor sonidista y que ellos lo descubrieron?... ja- empezó con nosotros) se le quemó un parlante, que nos iba a costar una buena tajada de lo que sacábamos esa noche. Que no era mucho.
Encima, el molesto del fondo: "Tocáaa Bob Maaarley, maan..."
"¿Quién mieeerda es Bob Marley?", pregunté... En realidad, no me interesaba descubrir quién era. Quería que ese imbécil que me estaba sacando, dejara de romper las pelotas.
En un break, pide subir a tocar "Blues de Avellaneda" con un amigo. Se mandan los chabones. Arrancan con una lastimosa interpretación del tema que, de por sí, es un tanto pesado. Tibios aplausos del resto de la gente.
Cuando bajan del escenario, como si faltara algo más, la catástrofe. Uno de ellos pisa la guitarra del Turco, un amigo nuestro que iba con nosotros a cantar temas acústicos como intermedio. La hizo mierda, para qué intentar metáforas. La partió al medio.
"Noooooo... la vioooolaaa...", compungido y destruido, como su viola, el Turco abrazaba los restos de la guitarra regalada por su viejo mientras lloraba como un niño al que sabe, nunca más podrá recuperar lo perdido.
Nunca supe si abandonó la familia o había muerto, lo cierto es que El Turco nunca hablaba del padre. Y nadie le preguntaba.
Pero esa noche nos dimos cuenta lo que significaba esa viola para él. Cuánto sentimiento.
Y el "Tocáaa Bob Maaarley, maan..." dejó de ser chiste para transformarse en una maldita frase. Por ende el nombre de Bob Marley también. No quería saber nada de él. Ni de su música, ni nada.
Con el tiempo, fui cediendo a mi negación por escucharlo. Y comprendí que él no era el culpable de esa noche horrible que nos tocó atravesar junto con mis amigos.
Y cada vez que escucho a Bob (ahora le digo así), me acuerdo de aquél agrio momento pero sonrío a la vez de la extraña manera que me enteré de la existencia del hombre que mejor expresó la cultura rastafari.
Ahora estoy disfrutando de su música y de la de Gondwana y de Los Cafres que está incluida en el CD que me grabó mi sobrino.
"Everything gonna be all right, everything gonna be okay..."
Y sonrío otra vez.

sábado, 13 de diciembre de 2008



Me llegó la invitación por mail. Inmediatamente mis dedos digitaron el número de teléfono del autor material del correo electrónico.

Pregunta inevitable: "¿cómo se te ocurrió poner un bar?"...

"Y, bueno..."...

Lo que siguió fue una explicación poco creíble pero qué importaba. Mi amigo emprendía un proyecto y nos pedía que fuéramos para apoyarlo. Que es lo mismo que decir "vayan, coman, beban y paguen, porque necesito recuperar algo de lo que invertí".

Lo increíble es que el muchacho en cuestión es de profesión veterinario (¿?), alquila sus campos (sólo Dios sabe qué plantan ahí) y tiene una situación particular con su vida familiar: casado, separado, cuatro hijos... hasta ahí, la cosa normal.

Vive con dos amigos (uno y una, -en resguardo de mi salud no pregunto más de lo que me dejan saber) en un departamento al que algunas veces va su esposa, o vuelve a casa a dormir o, como anoche, va con ella a la inauguración. Y deja los chicos a cargo de la mayor, "porque ya tiene 12".

Bueh... he experimentado situaciones cercanas peores.

Como buen chico, fui al horario pautado. "Tipo diez y media, once estoy ahí", le dije y un "Te espero" fue la respuesta escueta. No hablamos demasiado. En general nuestras conversaciones no son muy extensas.

A las 12 me quería ir. Sí, medianoche. Día laboral pesado, algo de gimnasia en el medio y el cansancio se hacía ver en mis ojos que ya se cerraban. Me sostuve porque llegó gente conocida. Y un poco más tarde, mi amigo, al que le debía un abrazo y el deseo que todo le salga bien.

"Pensé que estarían todos", me dijo, refiriéndose a los ex compañeros de la secundaria al que les envió el mismo mail que a mí. "Yo también", le contesté con un amague de retirarme con las excusas propias de los padres de familia dados de "responsables" porque no somos aves nocturnas. "Bueno, me voy porque: tengo que trabajar... fue un día duro... estoy molido... no sabés el día que fue... " y todas las explicaciones rutinarias que se les ocurran.

Pero me quedé. La verdad, no sé por qué. Tal vez porque de vez en cuando es bueno gatillarle a la noche un par de fantasías adolescentes.
Fue bueno. La gente comenzó a llenar los espacios ambientados oníricamente con los colores azules profundos y un poco de negro. Un par de sillas altas a la entrada con su barra, los sillones a la derecha, un ojo que todo lo ve y las letras de Imagine, de John Lennon destacadas como graffiti cuando habla de que no es el único soñador, esperando que el mundo se una para ser uno solo.
Música de los ochenta-noventa, buenos temas. Cerveza, unos amigos más y, por supuesto, la noche del debut que se llenó con el desfile incesante de promotoras aportándole estrellas a una noche cerrada.
Pasó el tiempo entre el humo y el acohol, dos vicios que me acompañaron en gran parte de mi dura tarea de convertirme en adulto.
Pero los tiempos no son los mismos y aunque me permití soñar en la eterna juventud por un par de horas más de lo permitido, volví a casa para despertarme.
Mi mujer dormía profundamente en la compañía de mi hijo.
Me acosté a su lado. Me entregué al sueño.

jueves, 11 de diciembre de 2008

A mí la lluvia...


Llueve... mis lágrimas se derraman y se confunden con el vidrio de testigo mientras tu recuerdo me taladra el alma. Me invade una sensación de tristeza.
Respiro. Y en cada bocanada de aire tu imagen se empaña en el cristal.
Dejo caer mi cabeza y abrazo mis brazos, trato de encontrarte en mi corazón y no puedo... te vas... cada vez más lejos.

Es tan triste así... Sin embargo no quiero que me dejes.
Aunque duela tu recuerdo.
Aunque tenga la seguridad que no podré acariciarte, que no podré decirte al oído cuánto te quiero, aunque no me escuches, aunque no me sientas...
Aunque duela más al saber que sientes lo mismo...

sábado, 22 de noviembre de 2008

Bang...

Casi premonitorio.
Mi primera entrada y yo sigo aquí. Pero alguien ya no está.
Se fue. Quiso irse así. Violentamente. Con dolor (o no ¿no les intriga ese instante?)...
Se fue como vivió, como creyó que debería ser la vida, esa frágil línea entre el todo y la nada.
Se fue sin miedos. Cansado.
Mario ya no está ni estará para los que creyeron, confiaron y suplicaron porque vuelva "su" justicia.
No habrá saltos ranas en las brigadas ni torturas en las cárceles (¿las habrá?)... Ni supuestos delincuentes huyendo de su látigo y el ruido de sus botas de caña alta.

La última vez que lo escuché no fue en Crónica TV en su última aparición mediática. Fue una mañana, en el programa de Canal 10 "Los Primeros". Estaba ahí sentado frente al periodista Omar Nóblega, con su impecable sombrero blanco, sus clásicos bigotes, su camisa negra y su pantalón blanco, su corto pero verborrágico léxico con esa voz semironca acostumbrada a decibeles más altos que el de un reportaje, su preguntas retóricas ante cada pregunta, su inteligencia (vamos, no era ningún boludo), su impactante como sorprendente crudeza para decir la verdad, al menos, "su" verdad... Su seguridad.

El periodista dudaba del curso que debía seguir la nota. Mario 'Malevo' Ferreyra tenía esa notable condición para pararse frente a los demás y decir lo que quería decir. No lo que querían que dijera. O hiciera.

Ayer no dudó. No habrá más Malevo. Se descerrajó un disparo en la sien.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Hoy estoy aquí.
Mañana... no lo sé.

Es el primero... ¿qué esperaban?

Un abrazo