Hace una comparación exquisita, tal vez no por el nivel sino por el producto en sí, que es riquísimo. Lean. Para ellos, seguro les causará en gracias.
Para ellas, tal vez se tienten en ver a qué grupo pertenecen. O se tienten con alguno.
En su libro “Sexo para golosos y otras cochinadas”, afirma el investigador Hans Von Neuenburg -que poco teme al ridículo- que las mujeres son como los alfajores. Así, en un veloz recorrido por el quiosco de su barrio, elabora una taxonomía del género bello que, básicamente, podría resumirse así:
La mujer Havanna: Es exquisita. Es la mejor. Es también la más cara.
La mujer Balcarce: Quiere competir con Havanna pero, si bien tiene algunas cosas en común, no le llega ni a los talones.
La mujer Cachafaz: La versión porteña del Havanna, es deliciosa, elegante y mucho más accesible.
La mujer Suchard: Fue un boom en los ’80. Hoy, ya no existe.
La mujer Negro & Blanco: Se reinventó y volvió con toda la gloria. Un clásico.
La mujer alfajor de Maicena: Aunque por dentro es puro dulce de leche, es seca y difícil de tragar.
La mujer Guaymallén: Es baratísima, pero al segundo bocado te arrepentís.
La mujer Milka: Es demasiado sofisticada y, de a ratos, te resulta sobrevaluada. Falla la relación calidad-precio.
La mujer Capitán del Espacio Triple: Es densa, pesada, excesiva. Pero es la más dulce.
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