sábado, 13 de diciembre de 2008



Me llegó la invitación por mail. Inmediatamente mis dedos digitaron el número de teléfono del autor material del correo electrónico.

Pregunta inevitable: "¿cómo se te ocurrió poner un bar?"...

"Y, bueno..."...

Lo que siguió fue una explicación poco creíble pero qué importaba. Mi amigo emprendía un proyecto y nos pedía que fuéramos para apoyarlo. Que es lo mismo que decir "vayan, coman, beban y paguen, porque necesito recuperar algo de lo que invertí".

Lo increíble es que el muchacho en cuestión es de profesión veterinario (¿?), alquila sus campos (sólo Dios sabe qué plantan ahí) y tiene una situación particular con su vida familiar: casado, separado, cuatro hijos... hasta ahí, la cosa normal.

Vive con dos amigos (uno y una, -en resguardo de mi salud no pregunto más de lo que me dejan saber) en un departamento al que algunas veces va su esposa, o vuelve a casa a dormir o, como anoche, va con ella a la inauguración. Y deja los chicos a cargo de la mayor, "porque ya tiene 12".

Bueh... he experimentado situaciones cercanas peores.

Como buen chico, fui al horario pautado. "Tipo diez y media, once estoy ahí", le dije y un "Te espero" fue la respuesta escueta. No hablamos demasiado. En general nuestras conversaciones no son muy extensas.

A las 12 me quería ir. Sí, medianoche. Día laboral pesado, algo de gimnasia en el medio y el cansancio se hacía ver en mis ojos que ya se cerraban. Me sostuve porque llegó gente conocida. Y un poco más tarde, mi amigo, al que le debía un abrazo y el deseo que todo le salga bien.

"Pensé que estarían todos", me dijo, refiriéndose a los ex compañeros de la secundaria al que les envió el mismo mail que a mí. "Yo también", le contesté con un amague de retirarme con las excusas propias de los padres de familia dados de "responsables" porque no somos aves nocturnas. "Bueno, me voy porque: tengo que trabajar... fue un día duro... estoy molido... no sabés el día que fue... " y todas las explicaciones rutinarias que se les ocurran.

Pero me quedé. La verdad, no sé por qué. Tal vez porque de vez en cuando es bueno gatillarle a la noche un par de fantasías adolescentes.
Fue bueno. La gente comenzó a llenar los espacios ambientados oníricamente con los colores azules profundos y un poco de negro. Un par de sillas altas a la entrada con su barra, los sillones a la derecha, un ojo que todo lo ve y las letras de Imagine, de John Lennon destacadas como graffiti cuando habla de que no es el único soñador, esperando que el mundo se una para ser uno solo.
Música de los ochenta-noventa, buenos temas. Cerveza, unos amigos más y, por supuesto, la noche del debut que se llenó con el desfile incesante de promotoras aportándole estrellas a una noche cerrada.
Pasó el tiempo entre el humo y el acohol, dos vicios que me acompañaron en gran parte de mi dura tarea de convertirme en adulto.
Pero los tiempos no son los mismos y aunque me permití soñar en la eterna juventud por un par de horas más de lo permitido, volví a casa para despertarme.
Mi mujer dormía profundamente en la compañía de mi hijo.
Me acosté a su lado. Me entregué al sueño.

2 comentarios:

TucuMala dijo...

pase por el lugar y me parecio horrible el logo y los colores del bar!
Hace timpo que o recorro la noche tucumana peor si me dan cgansd e un porron me gustaria ir y colaborar con tu amigo de antaños-

Unknown dijo...

Cuando gustes. Aunque no digas de antaño. Me hacés sentir más viejo de lo que creo que soy. Sin embargo no dejo de sentirme un hombre bueno... como decía Pappo.
Besos, psico...